Lo pudimos ver por la televisión: la policía cargo brutalmente, ante las puertas del
Congreso de los Diputados, contra los manifestantes que reclamaban la condonación de
la deuda externa a los países más pobres. Esa manifestación, que tuvo lugar el 26 de
noviembre pasado, había sido convocada por la «Red Ciudadana por la Abolición de
la Deuda Externa». Una veintena de personas, cuatro de ellas policías, resultaron
heridas como consecuencia de la carga policial contra el millar de manifestantes que
pretendía acercarse a la entrada del Congreso. Además hubo algunas detenciones. La
dureza de la represión nos recuerda la que tuvo lugar en Praga justamente dos meses
antes, el 26 de septiembre, en la manifestación contra el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial.
En ambos casos, y otros similares que tienen lugar dentro y fuera de nuestro país, se
ponen de relieve unas cuantas características de nuestra sociedad y su sistema
dominante: la creciente desigualdad entre los hombres y entre las naciones, la
opresión y explotación económica de los pueblos por parte del capital financiero, el
desempleo y la marginación social de amplias capas de la población, la insensibilidad de
muchos sectores sociales que no saben reaccionar contra esas situaciones injustas, la
represión brutal -por parte de los poderes públicos- de los activistas que se atreven a
enfrentarse contra tal estado de cosas...
Tal estado de cosas y todas esas lacras de nuestra sociedad se mantienen, a nivel mundial,
precisamente por la pasividad social, la incapacidad de la población (inclusive los
perjudicados y los oprimidos) para reaccionar masivamente contra los dominadores del
género humano. Los escasos idealistas que dan la cara contra la globalización, contra la
Ley de extranjería, per la abolición de la deuda externa, contra el desempleo y la preca-
riedad laboral, por la igualdad de derechos para la mujer, contra el racismo... redimen
con su actitud reivindicativa y militante el pasotismo y la desidia de unas poblaciones
que no saben tomar en sus manos el control de su destino, y se hunden en evasiones
lúdico-ociosas.
El dominio de los medios de comunicación por parte de la ideología dominante asegura
el embrutecimiento de las masas y el desinterés de éstas per las cuestiones
transcendentales que les incumben. Cualquier papanatas se puede convertir en ídolo
nacional en tres o cuatro semanas si la gente tiene la oportunidad de seguir sus
peripecias y aventuras a través de programas televisivos del tipo del “Bus” o el “Gran
hermano”. A estos se añaden la larga nómina de actores famosos y deportistas de
diversos tipos
,
y toda clase de
«
reyes y reinas por un día
»
con que la televisión y las
“
revistas del corazón
” m
antienen entretenido y atontado constantemente al personal.
Todos esos héroes artificiales son fabricados por el aparato propagandístico del
sistema para que las masas no se identifiquen con los verdaderos héroes y su